24.4.20

Despertar confinada




















7.43. A primera hora despertar se deviene en un un forcejeo irritante y cotidiano por entreabrir los ojos y escindir la piel de nuestro tiempo del alma profunda; arrinconar nuestro sí-mismo en la sombra, para dejarnos encandilar por la la promiscua verbena de cualquier alteridad fundante.

Dentro en casa, caemos en el efecto de la auto-anestesia de obedecer. Del desayuno a la cena, de la primera luz a la última ceguera. 
Allí fuera sucede todo lo posible, con ese venenoso y seductor fundamento de por qué las cosas pasan, y qué otras razonables medidas del gobierno. 


Se finite. 

7.45. Un momento después. El desayuno en la cama es el último intento por posponer la alarma y demorar el mundo antes de que las cosas signifiquen y el tacto duela. 
El pensamiento sin sabor ni cafeína, junto al alma todavía irreflexiva; por inercia o por costumbre se enfrentan con defensas bajas, a mi organismo hambriento e hipersensible, y seis medias nueces elegidas al azar.
El encuentro es violento al primerísimo principio; y placentero al instante siguiente y siguiente.
Al día a día. El continuo presente. 

7.58. Pero a primera hora también, los ángeles de fuera son divinidades cubiertas de plumas que danzan sin peso, al ritmo de una coreografía anarquista que jamás se ensaya; para ofrecernos un salvaje y subyugante concierto donde sin arpas y en libertaria congregación, celebran un día más de nuestro confinamiento.

Día cuarenta y dos.

8.03. La misma ilusión engañosa que nos declaró altaneros dueños del mundo; es el mismo decreto represivo qué nos juzga y encierra en nuestra ridícula soledad inofensiva. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario