10.4.14

Imagen sugerida

Toda obsesión tiene el tamaño inicial de algo que se puede llevar entre las manos. No molesta, no pesa, puede manejarse, uno se arregla. Luego, adopta la dimensión de un elefante rosa. Un tamaño inmanejable e ilusorio. Damos a luz nuestras propias obsesiones, somos el hogar sin puertas para nuestros fantasmas. Sosegados por el tamaño de lo que parece ser nada más que nuestra sombra, terminamos auto-cegándonos en la oscuridad infinita. No hay luz más verdadera que la de abrir los ojos, ni boicot más real que el de no querer mirar ni mirarse. Conciencia jamás dormida: nadie puede darse la espalda en una sala llena de espejos.